Se ha hablado mucho de cómo el uso de fertilizantes químicos y la sobreexplotación de los recursos acuíferos en la agricultura es perjudicial para el planeta. En este artículo no solo te vamos a mostrar como una agricultura que protege el medio natural y genera productos de calidad es posible, sino que, además, es una realidad. Una agricultura ecológicamente sostenible es posible.
Hasta la aparición del ecologismo en los años 70, eran las comunidades rurales, dedicadas a la agricultura y la ganadería, las que protegían los entornos naturales. El hombre ha convivido con la naturaleza miles de años en armonía.
Los sistemas de cultivo tradicionales imperantes en nuestro país han respetado los entornos naturales en los que se encontraban. Se han adaptado a las circunstancias climatológicas y geológicas que tenían. Desarrollando una agricultura extensiva de secano, allá donde había escasez de agua y una de huerta de regadío, con rotación de cultivos, donde había más recursos acuíferos.
Hablamos con los responsables de la Finca La Carracosa, una finca de La Puebla de Montalbán (Toledo), con una extensión de 600 hectáreas en las que disponen de un olivar de más de 115 hectáreas en las que cultivan la variedad de olivo cornicabra, autóctona de la zona, combinada con la aceituna Picual, de gran valor gastronómico. Todo eso lo hacen, respetando la dehesa que les rodea. En la actualidad el aceite de la finca tiene la consideración de aceite ecológico. Los propietarios de la finca nos dicen que en los últimos 30 años que llevan gestionando la explotación, no han hecho más que seguir los procesos tradicionales de cultivo que se daban en la región.
Este es un claro ejemplo de cómo la actividad agraria del hombre es compatible con la naturaleza. Profundicemos un poco más sobre el tema para comprenderlo mejor.
La permacultura.
Permacultura es un término acuñado por los ecologistas australianos Bill Mollison y David Holmgren en 1970 para crear modelos de producción rural y de organización social compatibles con la naturaleza. Para ello, Mollison y Holmgren se inspiraban en el funcionamiento de la naturaleza y lo pretendían imitar.
La Plataforma Tierra remarca que la permacultura busca diseñar sistemas de producción que abastezcan las necesidades de la población humana en armonía con el medio natural.
Para comprenderlo mejor vamos a partir de un modelo diseñado por Mollison. En este modelo, Mollison divide una finca tipo en 6 zonas concéntricas. Son las siguientes:
- Zona 0. Es donde estaría ubicada la casa y las instalaciones básicas de trabajo del agricultor: El granero, los establos de los animales, la caseta donde guarda los aperos de labranza, etc. Esta zona también debería estar abastecida de agua por medio de un pozo.
- Zona 1. En esta zona se plantarían los cultivos que se visitan a diario y que proveen de alimento al agricultor y su familia. Aquí se podría colocar, por ejemplo, un huerto. También está la opción de colocar aquí una compostería, para transformar los residuos orgánicos en abono natural para las plantas.
- Zona 2. En la siguiente zona se colocarían cultivos de planta perenne que requieren menos atención en su cuidado. Hablamos de árboles frutales, de tubérculos como patatas o de colmenas de abejas.
- Zona 3. Un poco más alejado del epicentro de la finca colocaríamos los cultivos que suponen el negocio principal. Esta zona requiere un mínimo de mantenimiento como el riego y el control de la maleza, la cual se puede regular por medio de un acolchado. Una cobertura de restos naturales como la paja, las cortezas de pino o los restos vegetales que evitan que la humedad se evapore fácilmente. Estos restos vegetales pueden provenir de las zonas que quedan más alejadas.
- Zona 4. La zona 4 es una zona semisalvaje, de bosque controlada por el hombre. La cual le provee de leña y de forraje para los animales.
- Zona 5. La periferia de la finca debe ser un espacio natural salvaje. Una zona de bosque autóctono o del ecosistema propio de la región. Este anillo protege al resto de zonas de invasiones de insectos, bacterias y hongos. Y, por otro lado, los cultivos del hombre actúan como cortafuegos protegiendo las zonas naturales.
Con este planteamiento, el hombre puede practicar la agricultura de una forma sostenible, protegiendo el espacio natural.
Recomendaciones de la FAO
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la F.A.O. se encuentra bastante preocupada por la protección del planeta, al tiempo que se intenta acabar con el hambre en el mundo. En sus directrices no para de proponer una serie de medidas y recomendaciones para practicar una agricultura más sostenible. Estas son algunas de las propuestas más importantes:
- Uso racional del agua. En este sentido, promueve el empleo de técnicas eficientes de riego y conservación del agua para reducir el desperdicio y optimizar su uso en la agricultura. Esto incluye sistemas de riego por goteo y la reutilización de aguas residuales tratadas.
- Fomento de la agroecología. La agroecología integra principios ecológicos como la rotación de los cultivos y la diversificación de plantas, para reducir la dependencia de fertilizantes y pesticidas. Haciendo que unos cultivos protejan a los otros y que los restos orgánicos de la rotación sirvan de abono natural para enriquecer los suelos.
- Conservación de la biodiversidad. Mantener la diversidad de plantas y animales en los sistemas agrícolas es fundamental para aumentar la resiliencia ante el cambio climático y las enfermedades. Esto implica proteger especies locales y silvestres.
- Reducción del uso de productos químicos. La FAO es partidaria de la disminución de pesticidas y fertilizantes químicos, promoviendo alternativas naturales como el uso de bio-pesticidas y compost, con el fin de reducir la contaminación del suelo y las aguas.
- Promoción de la agricultura de conservación. En este sentido, fomenta el uso de técnicas como la labranza reducida o la labranza cero, para erosionar lo menos posible el suelo original y mejorar de esta forma la fertilidad de los terrenos y su capacidad de retención de agua.
- Agricultura climáticamente inteligente. Consiste en adaptar las prácticas agrícolas para mitigar el cambio climático. En este apartado hay que buscar reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la producción agrícola.
- Protección de los recursos del suelo. La FAO es partidaria del uso de coberturas vegetales, abonos verdes y rotación de cultivos, para mejorar la fertilidad y prevenir la desertificación.
- Integración de la ganadería en sistemas sostenibles. El pastoreo tradicional y los animales sueltos en espacios naturales acotados protegen los ecosistemas naturales y proveen de abono y fertilizante para practicar la agricultura de una forma más sostenible.
- Reducción del desperdicio de alimentos. Este es otro asunto que preocupa bastante a la FAO. Hay que procurar que se pierda la menor cantidad de alimento posible desde la producción hasta el consumo, e incluso después, facilitando el desarrollo de una economía circular que aproveche mejor los recursos.
- Apoyo a los pequeños agricultores y a las comunidades rurales. Es importante apoyar a los pequeños productores y a las comunidades rurales para que adopten prácticas agrícolas sostenibles y tengan acceso a los mercados, a la educación y los recursos financieros. De esta manera se podrá impulsar un desarrollo agrario más justo tanto para el planeta como para la sociedad.
- Uso de energías renovables en la agricultura. La FAO es partidaria de fomentar el uso de energías limpias en la agricultura y en el entorno rural. Energías como la solar o la eólica que se pueden obtener del campo y que contribuyen a reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Otras prácticas agrícolas sostenibles.
Por último, la web Azada Verde nos propone una serie de prácticas sostenibles que contribuyen a aumentar la productividad de las tierras al tiempo que se respeta la naturaleza. De algunas de ellas, como la agroecología, ya hemos hablado, pero otras son realmente interesantes como la agricultura de precisión. En este modelo se utilizan las nuevas tecnologías como los drones y los sensores para monitorizar el estado de la tierra y los cultivos y sacarles el máximo rendimiento sin malgastar los recursos que disponemos. Con toda la información que estos dispositivos nos proporcionan se pueden tomar decisiones más adecuadas para optimizar la producción de las plantaciones.
Los cultivos resistentes a la sequía es otra de las prácticas recomendadas. El cambio climático está generando un calentamiento en determinadas regiones del planeta y una reducción de las precipitaciones. Buscar especies que resistan bien la sequía y que se adapten a las nuevas condiciones climáticas es clave para conseguir que la agricultura continúe siendo productiva.
Por último, esta web habla de la siembra directa. Lo que la FAO denomina labranza cero. Consiste en plantar los cultivos sin arar el suelo. Esta técnica evita la erosión de los terrenos, mejorando la salud de la tierra y preservando su biodiversidad.
Como hemos visto antes con la Finca La Carracosa de Toledo, se puede practicar una agricultura ecológica haciendo que sea rentable y que genere productos de calidad.