La potencia de una economía se puede medir por muchos factores. Es evidente que la orientación de las empresas que la componen tiene mucho que ver. Pongamos un ejemplo: una Alemania industrial como la que existía tras la caída del Muro de Berlín siempre iba a tener una posibilidad de crecimiento mucho más grande que la de un país que viva del sector primario. Pero esa orientación, como podréis suponer, no lo es todo ni mucho menos. El grado de eficacia y eficiencia que desarrollen esas empresas es de una soberana importancia también.
Sin eficacia ni eficiencia, todo está perdido. Y es posible que ese sea uno de los males que rodean a las empresas de nuestro país. España no tiene una mala disposición económica: tenemos una gran fuente de financiación con el turismo y tenemos una industria que, sin ser la mejor del mundo, es bastante interesante. También tenemos un importante sector primario y un sector servicios que es cada día más grande y dispone cada día de un futuro más halagüeño. Entonces, ¿cuál puede ser el motivo de que España no sea una de las grandes potencias económicas de todo el mundo? Pues sentimos deciros que la eficacia y eficiencia en este país no son las mejores.
En este sentido, conviene hacer una matización que es de la máxima importancia y que se encarga de secundar una noticia publicada en la página web del diario El Confidencial. Los españoles somos ahora más improductivos que nunca… y la culpa no es de los empleados. En la información se asegura que buena culpa de ello la tienen las reuniones, que normalmente suelen ser solicitadas por los empleadores, no por los empleados. En esas reuniones perdemos cada vez más tiempo, son más aburridas y conllevan más burocracia. Como consecuencia directa de ello, la productividad se desploma.
Sí que es cierto que existen periodos en los que somos más productivos. Así lo aseguró en otra información la página web RRHH Digital. En dicha noticia se asegura que el día de la semana que es más productivo es el miércoles, mientras que los niveles de mayor eficiencia llegan los viernes, cuando normalmente sabemos que el trabajo se va a parar dos días y estamos más contentos y más felices al comprobar que, en solo unas horas, vamos a poder disfrutar de tiempo de ocio y disfrute personal.
¿Cuál es el motivo que nos lleva a catalogar a España como un país en el que la eficiencia y la eficacia en el trabajo son altamente mejorables? La verdad es que este asunto no se puede analizar si no es un con prisma de amplitud. La ineficacia e ineficiencia depende de un conjunto de cosas y una de esas cosas es la pobre apuesta por la digitalización de documentos que tienen las empresas españolas. Los profesionales de Gitdoc nos han indicado que, a pesar de que esa apuesta sí que ha crecido, lo hace todavía en unos guarismos inferiores a los que registran otros países de nuestro entorno.
Elementos que no incentivan la eficiencia ni la eficacia
Queremos, para rematar este artículo, hacer una relación de las cosas que hacen que la eficacia y la eficiencia en las empresas se vea reducida en un país como el nuestro. Todo esto, como ya hemos comentado más arriba, se complementa con una falta de gestión documental que las entidades españolas harían bien en intentar resolver a la máxima brevedad posible para intentar regresar al camino de la eficiencia y eficacia en el día a día:
- La falta de una cultura de trabajo en equipo en muchas empresas hace que caminemos más lento en el trabajo diario.
- Esas reuniones tediosas e interminables de las que hemos hablado también merecen su espacio en esta clasificación.
- Las envidias entre compañeros y la falta de empatía también conducen a situaciones que nos ponen en franca desventaja con respecto a la competencia.
- El alejamiento de los jefes (tanto físico como en lo que respecta a sus objetivos) nos aleja también de nuestros objetivos.
- La falta de claridad de los objetivos de nuestro departamento o la imposibilidad de alcanzarlos con los medios que tenemos.
- El hecho de que no sea abarcable todo lo que nos proponemos.
Estas y también otras cosas nos ponen difícil aquello de cumplir con todas las funciones y objetivos que tenemos día a día en el trabajo. Y ya sabemos que eso nos puede generar malas repercusiones con nuestros jefes y jefas. Es de justicia reconocer que todos esos problemas no dependen solo de los empleados, sino de la empresa para la que trabajan y el contexto que en ella se genera. Ni que decir tiene que este es un problema que afecta a todos los eslabones de la cadena de trabajo y que tiene que ser resuelto por todos.