Los trastornos de la personalidad son un tema que a menudo se percibe como un misterio envuelto en un enigma.
No es raro notar que las personas usan el término “personalidad” en su día a día para referirse a características que nos hacen únicos, como ser extrovertido, introvertido, impulsivo o meticuloso. Sin embargo, cuando hablamos de trastornos de la personalidad, nos estamos refiriendo a algo mucho más profundo y complejo.
Estos trastornos pueden afectar seriamente a la forma en cómo una persona piensa, percibe el mundo, se relaciona con los demás y gestiona sus emociones. Para conocer las diferencias, vamos a adentrarnos en este fascinante (y a veces aterrador) mundo.
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¿Qué son los trastornos de la personalidad?
Para empezar, hay que entender que la personalidad es el conjunto de patrones de comportamiento, pensamientos y emociones que nos definen y que son bastante consistentes a lo largo del tiempo.
Es decir, es la manera en que solemos reaccionar ante el mundo y ante nosotros mismos. Los trastornos de la personalidad, por otro lado, son patrones de comportamiento, pensamiento y emoción profundamente arraigados que son inflexibles y desadaptativos, lo que significa que dificultan o impiden que una persona se adapte adecuadamente a las situaciones sociales o laborales. Estos patrones no solo son persistentes, sino que también son perjudiciales para la persona que los padece y, a menudo, para quienes la rodean.
Imagina que la personalidad es como un molde de barro que se ha ido formando con el tiempo, influenciado por nuestras experiencias, biología y entorno. Ahora, imagina que ese molde tiene una grieta que, en lugar de ser algo superficial, afecta toda la estructura. Esa grieta es el trastorno de la personalidad: una característica que afecta profundamente la manera en que la persona se relaciona con el mundo, llevándola a tener problemas en diferentes sectores de su vida.
Una película que explica muy bien la personalidad de las personas, y cómo se forma, es “Del revés 2”, y explica exactamente cómo las creencias, afirmaciones y todo lo que crece alrededor de esa persona pueden influir en la personalidad de una forma u otra.
¿Cómo se diagnostica un trastorno de la personalidad?
El diagnóstico de un trastorno de la personalidad no es tarea fácil: no consiste sólo en que alguien tenga un mal día o que atraviese una mala racha, como tanto nos hacen pensar los “test de personalidad” o los dañinos auto diagnósticos de redes sociales que nos hacen pensar que por tener ciertas emociones o comportarse de diversas maneras, ya se tiene algún trastorno o peculiaridad emocional.
Para que un comportamiento se considere un trastorno de la personalidad, debe ser persistente, estable a lo largo del tiempo y presente en una variedad de situaciones. Además, debe causar un gran malestar o dificultar el funcionamiento de la persona en aspectos importantes de la vida, como el trabajo, las relaciones o el autocuidado.
Por supuesto, los profesionales de la salud mental, como los psicólogos o psiquiatras, son los únicos capaces de evaluar a las personas para determinar si éstas cumplen con los criterios de un trastorno de la personalidad o no.
Los tres grupos de trastornos de la personalidad.
Según nos indica la Clínica Canvis, los trastornos de la personalidad se agrupan en tres grandes grupos, según las características predominantes que presentan:
Grupo A: trastornos raros o excéntricos.
Las personas con estos trastornos suelen tener dificultades para relacionarse con los demás, ya que sus formas de pensar y comportarse son vistas como inusuales o extrañas. Se dividen en:
- Trastorno paranoide de la personalidad: las personas con este trastorno desconfían intensamente de los demás, interpretan las acciones de los otros como malintencionadas y suelen estar en guardia constante. Piensan que el mundo está en su contra, lo que les dificulta mucho confiar en los demás y formar relaciones cercanas.
- Trastorno esquizoide de la personalidad: aquí, la característica principal es el desapego. Las personas con trastorno esquizoide suelen ser solitarias, indiferentes a las relaciones sociales y emocionalmente frías. No les interesa tener amigos o formar parte de un grupo social, y suelen estar más centradas en sus propios pensamientos que en el mundo exterior.
- Trastorno esquizotípico de la personalidad: este trastorno implica un comportamiento excéntrico, creencias extrañas y problemas para formar relaciones. Las personas con esquizotipia pueden creer en fenómenos paranormales o tener pensamientos mágicos, y sus interacciones sociales suelen ser incómodas, con frecuencia resultando en aislamiento.
Grupo B: trastornos dramáticos, emocionales o erráticos.
Este grupo se caracteriza por la impulsividad y la intensidad emocional. Las personas con trastornos de este grupo suelen tener relaciones conflictivas y problemáticas, y sus comportamientos pueden ser extremadamente dramáticos o impredecibles:
- Trastorno antisocial de la personalidad: quizás el más conocido de todos, este trastorno implica un desprecio generalizado por las normas sociales y los derechos de los demás. Las personas con trastorno antisocial tienden a mentir, manipular, engañar y a comportarse de manera irresponsable sin sentir remordimiento. Pueden ser encantadoras superficialmente, pero carecen de empatía.
- Trastorno límite de la personalidad (“borderline”): este trastorno se caracteriza por una inestabilidad emocional extrema, impulsividad y una imagen de sí mismo distorsionada. Las personas con trastorno límite tienen relaciones intensas y caóticas, y pueden experimentar cambios de humor rápidos y abrumadores. A menudo, sienten un vacío interno profundo y pueden recurrir a comportamientos autodestructivos para lidiar con sus emociones.
- Trastorno histriónico de la personalidad: las personas con este trastorno buscan constantemente ser el centro de atención y son dramáticas, emocionales y excéntricas. Su autoestima depende en gran medida de la aprobación de los demás, y suelen ser extremadamente sensibles a la crítica. También pueden ser percibidas como superficiales o falsas debido a su constante necesidad de atención y su comportamiento teatral.
- Trastorno narcisista de la personalidad: el narcisismo se manifiesta como una necesidad excesiva de admiración y una falta de empatía por los demás. Las personas con este trastorno tienen una visión grandiosa de sí mismas y creen que merecen un trato especial. Sin embargo, a pesar de su aparente seguridad, su autoestima suele ser frágil y dependen de la validación externa para mantenerla.
Grupo C: trastornos ansiosos o temerosos.
Este grupo se caracteriza por un alto nivel de ansiedad y miedo. Las personas con estos trastornos tienden a ser muy inseguras y a tener dificultades para tomar decisiones o enfrentarse a situaciones nuevas.
- Trastorno evitativo de la personalidad: las personas con este trastorno evitan las interacciones sociales debido al miedo intenso al rechazo y la crítica. Aunque desean tener relaciones cercanas, su miedo al fracaso social los lleva a evitar cualquier situación que pueda ponerlos en riesgo de sentirse avergonzados o humillados.
- Trastorno dependiente de la personalidad: la principal característica de este trastorno es una necesidad excesiva de ser cuidado. Las personas con trastorno dependiente son extremadamente pasivas y se sienten incapaces de tomar decisiones por sí mismas. Dependen de los demás para todo, lo que los lleva a tener relaciones desequilibradas y a menudo insatisfactorias.
- Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad (no confundir con el TOC): este trastorno se caracteriza por un perfeccionismo extremo y una necesidad de control. Las personas con este trastorno son rígidas y obstinadas, y se preocupan en exceso por los detalles, las normas y el orden. A menudo, su necesidad de perfección interfiere con su capacidad para completar tareas, ya que se quedan atrapadas en los detalles.
¿Qué causa los trastornos de la personalidad?
La causa exacta de los trastornos de la personalidad es un rompecabezas con muchas piezas, y no todas encajan perfectamente. Sin embargo, se cree que una combinación de factores genéticos, biológicos, psicológicos y ambientales juega un papel importante.
Por ejemplo, es posible que una persona tenga una predisposición genética a desarrollar un trastorno de la personalidad, que luego se activa o se intensifica debido a experiencias tempranas en la vida, como el abuso o un entorno familiar inestable. También se piensa que los desequilibrios químicos en el cerebro podrían contribuir a la aparición de estos trastornos.
Es importante señalar que los trastornos de la personalidad no son el resultado de un «mal carácter» o de una «falta de voluntad» para cambiar. Son condiciones médicas que requieren atención y tratamiento adecuados.
¿Qué tratamientos existen?
El tratamiento de los trastornos de la personalidad puede ser complicado y a menudo requiere un enfoque multidisciplinario. La terapia es la piedra angular del tratamiento, y existen diferentes tipos de terapias que pueden ser efectivas, dependiendo del trastorno en sí mismo.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una de las más utilizadas y se centra en cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento desadaptativos. La Terapia Dialéctica Conductual (TDC), por otro lado, se ha demostrado particularmente efectiva para el Trastorno Límite de la Personalidad y se centra en enseñar habilidades de regulación emocional, tolerancia al malestar y mejora de las relaciones interpersonales.
En algunos casos, se pueden recetar medicamentos para ayudar a manejar síntomas específicos, como la depresión o la ansiedad, aunque no existen fármacos específicos para tratar los trastornos de la personalidad en sí.
Es fundamental que las personas con trastornos de la personalidad reciban apoyo continuo, tanto de profesionales de la salud como de su red de apoyo personal. Con el tratamiento adecuado, muchas personas pueden aprender a manejar sus síntomas y llevar vidas más satisfactorias y productivas.