“Oro de 24 kilates y cuánto más pese mejor”, esa era la mejor premisa que podían darte si ibas a comprar una joya para alguien y querías impresionar, así como si pretendías invertir en joyas para guardarlas durante algunos años y luego venderlas al mejor postor. Sin embargo, y aunque esta última posibilidad sigue vigente (sobre todo para blanquear dinero), la sociedad ya no pone tanto el ojo en el valor monetario de una joya, sino más bien en el valor sentimental y en lo que significa, algo que muchos de nosotros aplaudimos por fin.
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